miércoles, octubre 25, 2006

PREPARADOS PARA EL DESAFÍO

Nehemías 4:14 al 18 14 Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. 15 Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. 16 Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. 17 Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y en la otra tenían la espada. 18 Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí. El versículo clave que veremos es el 17, en donde dice: “Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y en la otra tenían la espada”. En un momento de nuestra vida, en un lugar específico, en un día que siempre recordaremos, todos hemos recibido una Palabra del Señor para nuestra vida. Ya sea a través de una predicación en nuestra Iglesia, en un seminario, en una vigilia, en un concierto, o simplemente cuando estábamos en nuestro lugar secreto en oración íntima con el Señor, sentimos dentro de nosotros esa imperiosa necesidad de trabajar de verdad en su obra. Nuestros maestros y pastores siempre, de una u otra forma nos han dado pautas de los diferentes trabajos y ministerios en los cuales podríamos desarrollarnos, pero no es sino hasta que tenemos un encuentro personal con el Señor que nos disponemos de corazón a cumplir fielmente su voluntad. En el párrafo que leímos de la Biblia, la situación específica de Nehemías era la de reedificar el muro y el templo de Jerusalén que había sido destruido y saqueado totalmente. Muchas veces nuestra vida la encontramos de esa misma forma: destruida y saqueada. Física y espiritualmente. Destruida y saqueada, porque en un descuido de nuestra existencia permitimos que el diablo, nuestro mortal enemigo, haya entrado en nosotros para manipularnos y ponernos en contra de nuestro hacedor. De la misma forma en que engañó a Adán y Eva en el jardín del Edén. Astutamente. Y le creímos, pensamos que efectivamente tenía razón y nos dejamos llevar por un estilo de vida que pensamos nos conviene llevar. Pero tarde o temprano el maligno nos cobra la cuenta, y lo que pensábamos que era lo mejor para nosotros se transforma en un callejón sin salida. Sin salida aparente porque aún en esos momentos de nuestra vida Dios se mantiene fiel y nos llama, y nos invita a cenar con Él. Dios siempre tendrá una salida para cualquier situación adversa que estemos viviendo. La Biblia delata a nuestro enemigo el Diablo diciendo de él que “anda como león rugiente buscando a quien devorar”, agrega además que “vino para hurtar, matar y destruir”. Y eso es totalmente cierto, y cuando nos damos cuenta de nuestra crítica situación es porque en algún momento le abrimos la puerta de nuestro corazón. Fue talvez cuando aceptamos hacer algo que sabíamos Dios no iba a estar de acuerdo, pero mientras nadie lo sepa... Quizás fue cuando anhelábamos ser alguien importante dentro del cuerpo de Cristo... O quizás fue cuando sin querer contaminamos el santuario de nuestra vida con aquella música no consagrada que tanto nos gusta, o con aquellas cosas que nos gusta hacer y que sabemos no están bien... O talvez fue cuando permitimos que se hiciera tal o cual cosa, que aunque no estaba bien no se hizo con mala intención, pero lo permitimos... Talvez fue cuando defendiendo nuestros principios cortamos toda relación con aquel incircunciso que se atrevió a hablar mal de nosotros... O quizás fue en aquella ocasión en que algunos se ensañaron con nosotros haciendo burla y mofa de nuestro ministerio... Y todo fue, según nosotros, por defender la causa de Cristo. Noble causa. Según nosotros. Pero Cristo no necesita defensores, Él se defiende solo, más aún ¡Él ya se encargó de sus enemigos!. ¡Cristo ya venció en la cruz del calvario!. Lo que pasa es que nosotros abrimos la puerta de nuestro corazón muy fácilmente a lo que aparenta ser beneficioso para nuestra vida y cedemos a la tentación de ser alguien importante. Y el diablo siempre se aprovechará de esas situaciones, nos dará lo que queremos y que no necesitamos, y nos destruirá y nos robará todo lo que hasta ese momento hayamos espiritualmente logrado. Y nos derribará y nos pisoteará, y querrá matarnos, de manera que reaccionemos en contra de aquellos que pudieron tendernos una mano, -en contra de nuestras autoridades, -en contra de nuestros amigos, -en contra de nuestra familia, -incluso en contra de Dios. Por esa razón, hace ya miles de años Dios inspiró a Nehemías para que escribiera el versículo 14 del capítulo 4: “...No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.” Nuestra lucha es con una causa determinada, no es pelear por andar peleando. Es por una causa justa, -es por defender lo que es nuestro, -es por defender a nuestros hermanos, -es por defender a nuestros hijos y nuestras hijas, -es por defender nuestra casa, -es por defender lo que Dios nos ha legado, -es por lo que Cristo ofrendó su vida, -es para recuperar lo que el diablo nos robó: Nuestra paz, nuestro gozo, nuestra libertad. “No temáis delante de ellos; acordaos del Señor”, dice el versículo. -En momentos de angustia: “No temáis... acordaos del Señor”, -en momentos de enfermedad “No temáis... acordaos del Señor”, -en momentos de tibieza espiritual “No temáis... acordaos del Señor”, -en momentos de inseguridad “No temáis... acordaos del Señor”, -en momentos de decisión “No temáis... acordaos del Señor”, “¡porque Él es grande y temible!”. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?. Dios siempre enviará una Palabra y nos dará una visión, una dirección, una meta que cumplir. Dios no nos ha llamado a flojear. Su descanso ofrecido es espiritual pero no material. A Josué le dijo “Esfuérzate y sé valiente, por que yo estaré contigo”. No le dijo,”No te preocupes por nada, porque yo estaré contigo”. Esta Iglesia ha recibido una visión del Señor a través de sus pastores. Y Dios la cumplirá. Un día Dios dijo que este lugar se haría chico. Ese día se ha cumplido y no ha sido por premiar el gran esfuerzo desplegado por ustedes sino porque Dios cumple lo que promete. La gloria es de Él. Dios es el que ha tenido misericordia de nosotros y de aquellos que vendrán a ser parte de esta iglesia. Dios fue el que envió a su hijo a dar su vida por nosotros. ¿Y porque?. Porque Él nos amó. De tal manera, que no lo podemos entender. Solo sabemos que Él nos amó. El versículo 17 nos da una inmensa claridad y advertencia de cómo tiene que ser nuestro desempeño. El versículo 17 nos aclara que todos los que componen el pueblo de Dios trabajan. En la obra del Señor nadie es descartado. -“pero a mí siempre me dejan afuera” dirá alguno, -“a mí nunca me toman en cuenta”, otro dirá: -“es que yo no sé que hacer”, -“es que yo soy nuevo”, -“es que yo sé muy poco”, -“es que yo no sé hacer nada”, ¡No importa!, ¡En la obra del Señor todos pueden trabajar!, ¡En la obra del Señor siempre habrá vacantes!. Se necesitan: 1. Los que guían (Dios necesita establecer Apóstoles y Profetas) Requisitos: a. Personas que entiendan la voluntad de Dios y entreguen Visión del Señor al pueblo. b. Personas que entiendan y conozcan la Palabra del Señor para respaldar el mensaje del Señor. c. Personas que tomen determinaciones sin transar el objetivo del Señor. 2. Los que edifican (Dios necesita establecer Maestros) (Albañiles, Carpinteros, etc.) Requisitos: a. Personas que enseñen al pueblo a conocer a Dios a través de la Palabra. b. Personas que exhorten la Palabra desafiando al pueblo a ser cada vez mejores. c. Personas que hagan entender al pueblo que para responder al llamado divino debemos consagrarnos y santificarnos. 3. Los que acarrean (Dios necesita establecer Evangelistas) Requisitos: a. Personas que proclamen y siembren la Palabra del Señor. b. Personas que prediquen de Palabra y de Hecho. c. Personas que inviten a otros a ser parte del cuerpo. 4. Los que cargan (Dios necesita establecer Pastores) Requisitos: a. Personas que animen a los débiles. b. Personas que soporten a los arrogantes. c. Personas que amen incluso a los detractores. Aparte de todas las responsabilidades enumeradas, todos ellos, los que guían, los que edifican, los que acarrea, y los que cargan, la Palabra agrega que “con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada”, por lo cual deben estar preparados para guerrear en contra del enemigo. La espada que se necesita es la Palabra del Señor. Jesús se defendió de las acechanzas del diablo con la Palabra. Pablo se defendió con la Palabra. Todos los grandes hombres de Dios mencionados en la Biblia conocían la Palabra. Tú y yo debemos conocer la Palabra. Tú y yo debemos saber usar la Palabra, “como obrero aprobado que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la Palabra de verdad”. -La Palabra es nuestro escudo. -La Palabra es la coraza. -La Palabra es la armadura que Dios nos provee para defendernos. -La Palabra es la lanza para penetrar en el campo enemigo. -La Palabra es la que nos enseña a mantenernos firmes. -La Palabra es la que nos muestra el camino. -La Palabra es nuestro alimento. El salmo 1 nos dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que en la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche, será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará”. ¿En qué grupo está usted? ¿Ha asumido usted la voluntad de Dios para su vida?. Tome ahora la determinación de hacer todo lo que él espera y requiere de usted y solo así será parte del cuerpo de Cristo. Nuestras lanzas, escudos, arcos y corazas es la presencia misma del Señor que nos capacita para defendernos y desbaratar las artimañas del enemigo. Dios nos dice además que “ninguna arma forjada contra ti prosperará”. Disponga hoy su vida para que Dios le ilumine y sepa cuál es su lugar en el ministerio y en el campo de batalla. Solo conociendo nuestra función podremos ser útiles en su manos, de lo contrario, todo lo que hagamos será infructuoso, solo serán buenas intenciones, pero nada mas. Dios no necesita buenas intenciones, Dios busca personas que se pongan en la brecha y acepten el reto de ser sus guerreros espirituales, hombres y mujeres de fe y llenos del Espíritu Santo. El capítulo 61 de Isaías nos dice que “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová”. -El desafío del Señor está hecho, -la obra ha comenzado, -el enemigo está al acecho, Pero el Espíritu del Señor está sobre ti, porque te ungió Jehová, no fue el Pastor, no fue el Instituto Bíblico, no fue el evangelista que vino, fue ¡Jehová en persona!. ¿Aceptas el desafío?. Ven acá al altar y hagamos un pacto con el Señor. Dile: “Señor, aquí estoy, cuenta conmigo”. Con amor, Templo de Adoradores CORBÁN