jueves, noviembre 03, 2005

NUESTRO CULTO RACIONAL

3 En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. 4 E hizo venir a los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. 5 Y les dijo: ¡Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia. 6 Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo ante los ojos de Jehová nuestro Dios; porque le dejaron, y apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le volvieron las espaldas. 7 Y aun cerraron las puertas del pórtico, y apagaron las lámparas; no quemaron incienso, ni sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel. 8 Por tanto, la ira de Jehová ha venido sobre Judá y Jerusalén, y los ha entregado a turbación, a execración y a escarnio, como veis vosotros con vuestros ojos. 9 Y he aquí nuestros padres han caído a espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres fueron llevados cautivos por esto. 10 Ahora, pues, yo he determinado hacer pacto con Jehová el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el ardor de su ira. 11 Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso. (2ª de Crónicas 29:3 al 11) En Romanos 12:1 encontramos la siguiente declaración: ”Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Claramente el Señor nos está mostrando los pasos que tenemos que dar, el próximo paso es nuestra SANTIFICACIÓN. Y no solo por cumplir este requisito, sino mas bien que sea nuestro andar diario, o, como dice su Palabra: Nuestro culto racional. Esto quiere decir que este paso de Santidad es un requisito INDISPENSABLE, no podemos dejarlo para otro día. A través de esta Palabra leída veremos cómo Dios nos insta a buscarle en completa santidad y como santificarnos. Las puertas a la Presencia de Dios han sido abiertas, han sido reparadas y esperan por nosotros (“Yo soy la puerta” dijo Jesús). Nuestra santificación es ¡¡Ahora!!, debemos santificar la casa de Jehová (Nuestra vida, nuestro corazón), debemos sacar del santuario la inmundicia Hemos pecado (y debemos reconocer nuestros errores), su Palabra nos dice que: Se han rebelado, han hecho lo malo, le dejaron, apartaron sus rostros (extraviaron su mirada), le volvieron las espaldas (por otros dioses), cerraron las puertas (obstinación), apagaron las lámparas (dejaron de leer la Biblia), no quemaron incienso (no hay oración continua), ni sacrificaron holocausto (no hay acciones de gracias). Nuestro mal proceder trae consecuencias: Jehová nos ha entregado a turbación (desorientación), a execración (maldición) y a escarnio (burla). Han caído nuestros padres, nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres. Todos ellos han sido llevados cautivos. Pero tenemos otra oportunidad, hagamos un pacto para que aparte su ira de nosotros. No nos engañemos, pues Él nos ha escogido para estar delante de Él, para servirle, para ser sus ministros y para que le quememos incienso (que suba nuestra oración delante de Él). Obviamente es una buena oportunidad que tenemos de volver a ocupar el lugar determinado por Él para nosotros. Si seguimos como estamos, seguiremos manteniendo la ira de Dios sobre nosotros y por nuestra terquedad nuestros hijos caen y son llevados cautivos por el enemigo. Nuestros hijos y nuestras hijas también son aquellos que hemos traído al Señor, aquellos que nosotros hemos engendrado en el Espíritu, por lo cual, también son nuestra responsabilidad. Si pecamos, debemos arrepentirnos, después pedir perdón, sentiremos su perdón y seremos limpios. Hagamos hoy un pacto con el Señor. Pongámonos a cuentas con el Señor. Pidámosle perdón por no haberle buscado. Pidámosle que nos santifique. Comprometámonos a mantenernos en santidad. Comprometámonos a servirle, a ser sus ministros, sus siervos y a quemar incienso a orar diariamente y buscar su rostro. Que la santidad y nuestra diaria adoración sean de verdad “nuestro culto racional”. Con amor, Templo Corbán